lunes, 16 de noviembre de 2009

Catedral de San José























“Nuestra Catedral de San José es el producto de varias generaciones. En ella no quedó impresa ostensiblemente porque, no lo podría jamás, la huellas de la arquitectura tradicional de la colonia. Solo su antiguo cajón de mampostería, cubierto y recubierto por posteriores reconstrucciones, queda como testigo mudo y vestigio de un pasado colonial”, señala en su libro: La Iglesia Catedral, autoría de Alberto Carballo.
Al hablar de su estilo arquitectónico significa mas que eso: Es el conocimiento de las limitaciones económicas de un pueblo, su apatía y también su gran espíritu solidario, como puntos contrapuestos en el carácter costarricense; respecto de este último y creyendo que es la actual generación a la que corresponde preservar el legado cultural del país, la solidaridad queda manifiesta con lo ulterior.: Recuperar el pasado histórico.
Una de las razones por las que no se puede precisar el inicio y final de obra, en lo que respecta a la estructura completa de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana, es la serie de reconstrucciones y mejoras que se hicieron a la antigua ermita de paja y ladrillo desde 1736, base y fundamento del trabajo, que durante cerca de siglo y medio con sus interrupciones naturales, allí se realizó.
Aún hoy día, nuestra Catedral no puede considerarse embellecida en su totalidad, a pesar de que el Arzobispo de San José, Mons. Víctor Manuel Sanabria Martínez dice en un trabajo suyo: “Los libros de cuentas señalan que a 18 de julio de 1878 se terminaron todas las obras de reconstrucción y ornamentación, de modo que en ella se emplearon siete años justos”. Tantas mejoras y reconstrucciones no deben extrañar tampoco, considerando que durante más de una centuria estuvo a merced de terremotos, incendios y otros incidentes naturales propios de la época.
Los terremotos de 1781 causaron daños serios en la iglesia de entonces, todavía a causa de esto, tenía abierta la capilla mayor en 1782. En febrero de 1798 los posibles trabajos de reconstrucción de dicho templo se encontraban paralizados a causa de escasez de fondo de la fábrica. En ese mismo mes y año se pidió licencia para fabricar un tabernáculo y no tenía aún altares formales. En 1810 era malo el estado de la portada y se pensaba en cambiarlo. En 1813 quedaron terminadas torres y portadas. El temblor del 10 de abril de 1821 hizo pensar en reedificar todo el templo dando grosor mayor a paredes y anchura. Después del terremoto de 1822 al rajarse su portada se hizo, una ligerada reparación. A fines de 1825 se utilizaron adobes en la construcción de las piezas a uno y otro lado del presbiterio por falta de fondos. En 1826 se resolvió hacer la portada de piedra con una puerta y dos laterales fingidas. Había suficiente madera para construir igual a La Merced.
Antes de Junio de 1832 se construyó el corredor del frente del templo con gradas a la plaza. En este mismo año se pusieron puertas enchapadas de hierro y el techo quedó entejado en 1839. Mientras que en 1844, agrega, se terminó de construir un cuarto detrás de la sacristía. El Obispo Llorente se hizo cargo de la iglesia y en su administración se termino el campanario. El gobierno decidió el 3 de noviembre de 1854 que se construyera la capilla del Sagrario al norte de la capilla mayor con un cañón que las comunicaría de sur a norte, de cal y canto. Este mismo año era necesario cambiar doce pilares del centro y eliminar la torre del sur. La madera del campanario estaba podrida. El gobierno ofreció cooperación siempre y cuando se colocara el reloj municipal en desuso y en la torre.
Mientras que su ultima restauración fue posterior al terremoto de Limón de 1991 bajo el mandato del V Arzobispo Metropolitano, Monseñor Román Arrieta Villalobos.
En el articulo: “Rescate arqueológico en el sitio de la Catedral de San José, autoría de Ricardo Vásquez Leiva, Felipe Sol Castillo y Tatiana Hidalgo Orozco, publicado en la Revista Vínculos del Museo Nacional de Costa Rica señala: La historia de la infraestructura religiosa en el sitio de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana comprende una intricada sucesión de reparaciones y transformaciones motivadas, en gran medida, por el efecto de la actividad sísmica a lo largo del tiempo. Aunque no se cuenta con investigaciones recientes sobre esa historia, el magnifico estudio de Mons. Víctor Manuel Sanabria Martínez (1973: 145-166) “La primer Vacante de la Diócesis de San José: 1871-1880”, publicado por vez primera vez en 1935 – resulta de gran ayuda. La información de este libro sirve de base para la siguiente síntesis parcial, en secuencia cronológica, acerca de las obras civiles realizadas en el sitio de la Cátedra de San José entre 1776 y 1878 junto con otros datos de referencia.
1736-1738: Construcción de la primigenia ermita de la Parroquia de San José a donde actualmente queda el edificio principal de Correos (contaba con un camposanto).
1776: Concluye la edificación de la ermita de adobe y teja que hubo en el sitio de la Catedral Metropolitana para trasladar ahí a la parroquia.
1811-1813: Construcción de la segunda portada de la ermita que incluía torres laterales (posiblemente de adobe la portada, y las torres con bastiones de adobe y la parte superior en madera.
1812: Se eleva San José a rango de ciudad.
1823: Se declara a la ciudad de San José como capital de Costa Rica.
¿1825?-1827: Construcción de la tercer portada, esta vez de manera, y de los muros norte, sur, este de calicanto que se mantienen con cambios hasta nuestros días, también un presbiterio hecho al menos parcialmente con adobes. El área de planta de la estructura de calicanto es mayor a la ermita de adobe.
1824: La iglesia adquiere el titulo de Catedral.
1830: Se instala un nuevo tejado sustentado por nuevos pilares en madera.
1832: Construcción de un corredor en la portada con gradas que descendían en dirección a la plaza, hoy parque central.
1834- ¿1837?: Construcción de la cuarta portada hecha esta vez de piedra, con tres entradas, que se mantiene con modificaciones hasta el presente (muro muy ancho con tapas de piedra canteada y relleno caótico).
1838-1840: Ejecución de trabajos de enladrillado y repello, así como arreglos en el tejado.
1841-1844: Obras de reparación en los pilares y el tejado principalmente, además del levantamiento de una tapia “entre las torres” y una pared detrás de la sacristía.
1851-1854: Reparaciones y, además, instalación de una serie de mejoras, entre ellas, un órgano, dos campanas, arañas y colgaduras, así como de un nuevo altar mayor y un coro.
1855- ¿1865?: Construcción de la capilla del sagrario, hecha de calicanto, al costado norte de Catedral (planos de Francisco Kurtze).
1858: Reemplazo de algunos de los pilares de madera por parte del maestro Manuel Cornejo, además de trabajos de pintura.
1871-1878: Reparación y remodelación general del edificio que le imprimió su apariencia actual (planos de José Quirce); las obras involucraron entre otras cosas, la demolición de las torres, inclusión de contorno superior curvo en las ventanas, estructura metálica para el techo, techo de planchas de zinc, incremento de altura general de los muros con adiciones de ladrillo, pilastras decorativas en la parte externa del edificio, entre otras.
Los escritores agregan que como era costumbre, la ermita erigida en el sitio de la Catedral contó con un cementerio adjunto. Este camposanto debió haberse clausurado en 1813, cuando se prohibió Vía Real Cédula, enterrar en el ámbito de los cascos urbanos (M. Camacho, Comunicación personal 1993).
Para el Curato de San José existen en los archivos de la Curia Metropolitana partidas de defunción con fechas que dan inicio en 1738. Siendo las más tempranas atribuibles a inhumaciones realizadas en la necrópolis de la primera ermita de la villa de San José.
Al ser ésta reemplazada por la ermita en el sitio de la Catedral, las partidas registradas desde 1776 deben corresponder la nuevo camposanto de manera exclusiva, hasta el surgimiento de otros camposantos en el Curato antes de 1813.Al respecto es importante indicar, empero, que aún cuando las defunciones están inscritas por parroquia, el sitio de inhumación no aparece consignado en las partidas.
En el año de 1972, con la ampliación de la avenida segunda, se llevaron a cabo movimientos mecanizados de tierra en el sector norte del terreno de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana. El edificio de calicanto del Sagrario, que databa de mediados del siglo XIX tuvo que ser demolido y una réplica, de concreto se construyó más cerca del cuerpo principal de la iglesia. Esto motivó el traslado de los restos mortuorios de varios religiosos que yacían en un mausoleo especial (La Prensa Libre; 18-05-1972). Con los movimientos de la tierra se hallaron restos humanos que en ese momento causaron gran “misterio” e “incógnita” (Gutiérrez y Fernández; 1972). Eran a claras luces enterramientos del camposanto de finales del periodo colonial (1776-1813). Los reportes periodísticos muestran cómo los enterramientos alterados por las obras viales no recibieron igual tratamiento que los del mausoleo especial.
La imagen procesional:
En relación con la procedencia de la obra procesional, en custodia de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana, se sabe que fue tallada en Guatemala – en el año de 1714 - por la Escuela de Imaginería de Manuel De Chávez y estuvo varios años en la Parroquia de San José, en esa capital.
Se presume – según el Pbro. Eliécer Figueroa Quesada – que la escultura llegó al país entre 1745-1750. Y, una centuria después o sea, 1851 cuando la Santa Sede la eleva a rango de Catedral, es nombrado como primer obispo, Mons. Anselmo Llorente y La Fuente quien le coloca unas orlas doradas a su vestido.
La escultura tiene una altura, aproximadamente, de 178 centímetros, el que hace simetría con las otras imágenes de este templo, y un niño Jesús – en su mano izquierda – de 35 centímetros. Ambas imágenes forman un solo conjunto, el Hijo de Dios presenta una cara redonda y San José, tiene trazos destacados de paternidad en la forma de tener al Hijo de Dios, facciones rectas y un perfil judío de cara simétrica y alargada, nariz recta, barbado, frente ancha y de pelo largo bien recogido.
Es una obra que presenta al Santo Patrono con una Corona Imperial color oro así con unos lirios dorados, ambos con incrustaciones de piedras preciosas. Además, utiliza para su festividad la Banda Presidencial de don Tomas Guardia que fue donada al yacente de Catedral en 1878.
Sus trajes han sido tallados, desde hace años, por Teresita Campos y es de pana alemana para San José y terciopelo de seda para el Niño. El Santo Patrono viste de un color morado Nazareno y el niño en color blanco con colgantes. Cabe destacar que las imágenes manifiestan – a menos – una restauración en sus facciones y, por supuesto en su policromía. El Niño no presenta el resplandor de años atrás.
Imagen en Altar:
También existe una obra del Patriarca, a encargo de Mons. Storke, a la derecha de la Silla o Cátedra Arzobispal, que cuenta con su propio Altar en mármol y es una imagen totalmente policromada.
Asimismo, existe una que se encuentra en el Altar Sagrado de la Nave izquierda y que su procedencia no es del todo conocida, pero que según el Pbro. José Alberto Quirós Castro es de talla española, aunque se desconoce su escultor
Mientras que el analista, Luis Gerardo Ruiz afirma que por sus características técnicas pertenece a la Casa de Ferdinando Stuflesser.
Fotos: Albúm Miralles, Centroamérica 1922.

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